Aplicando la lógica, la experiencia, como en ocasiones, parte del público y otras como parte de la escena, estudiando los vestigios ya casi arqueológicos y hablando con quienes por sus años, han tenido la suerte de vivir algunas cosas milagrosamente más habituales en un pasado "¿sin recursos?" que hoy con nuestro "progreso", te das cuenta que el problema de base es que hemos perdido (todos) el foco.
Ya otro día hablamos de directores, afinaciones y orquestas que si no me alargo y aún me queda hasta llegar a donde quiero.
La mayoría de nosotros en nuestro huérfano conocimiento proporcionado por el micrófono al suelo de escenario, el primer plano HD y algún que otro intruso más o menos académico, nos hemos olvidado de lo que es el TEATRO y sobre todo de, para quién, para qué y para dónde, se construye el mensaje y envoltura de cada ópera.
En el ARTE (especialmente el lírico-escénico) es mucho más importante el contenido que el continente. Muestra de ello es que uno puede fácilmente existir sin el otro, pero difícilmente al revés. Por eso hay óperas en versión concierto y no conciertos de escenografías, sin música ni texto. Bueno, con texto y sin música, se llama Teatro a secas, pero, no Ópera.
Veis como pierdo el foco... si es que hay tanto que explicar. Va que vuelvo:
La escenografía, como muchos escenógrafos y directores saben, debe remar (SIEMPRE) a favor de convertir en audible, visible y comprensible; todo lo que sucede en la escena. Es por eso, que en "la antigüedad" la horizontalidad era más protagonista que la profundidad (que siempre se puede crear engañando al ojo con la luz y la proporción) y todo en su conjunto, servía para dar foco, en términos sonoros, luminosos y de espacio (normalmente, desde las posiciones naturalmente más pro-acústicas del escenario por sus técnicos, de sobras conocidos), a la acción que estas vestían.
Lo que hoy sucede, es que muchos montajes escénicos son una fiesta auto-celebrativa de las ideas y egos de quienes las conciben, pensándolas desde un ordenador y no des del teatro. Mucho menos por y para el público. Por eso a veces unos pierden de vista los laterales y mucho más, las lejanas alturas del gallinero, de donde venían la mayoría de las futuras estrellas hasta hace apenas 50 años.
Esta situación está desembocando en una suerte de cambio del gusto, que hace incompatibles a las nuevas producciones (no todas), con nuestros templos, que se ven forzados poco a poco, a un devenir de destrucciones-reforma, para actualizar (supuestamente) los espacios mejorando la visibilidad, y hasta a veces, según ellos, ¡la acústica!
Recuerdo que el enorme Jaume Tribó (maestro apuntador del Gran Teatre del Liceu desde 1975) me contó in-situ, que el antiguo teatro tenía mejor visibilidad que el Liceu actual. No hablamos de acústicas por no llorar. Su experiencia y su teatro tatuado en el pecho (literalmente) son para mi, el aval de sus palabras.
Esta pérdida de las acústicas en pro de la visión es la definitiva muerte de un espacio destinado desde su concepción, a la música en directo. La destrucción de una acústica, en muchas ocasiones milagrosa e irrecuperable y también del patrimonio arquitectónico, son sin lugar a duda un crimen para la humanidad, del que todos estamos siendo cómplices por desconocimiento, poder o dinero.
Algunos utilizan las voces actuales para justificarse aunque debemos tener en cuenta como he dicho antes, que el canto de teatro, nació y haya su razón de ser en ser óptimo en tales condiciones desde el siglo XVI por lo menos y no, en edificios de concepción moderna para otros menesteres poco relacionados con la proyección vocal cohabitando con la acción teatral. El grutismo (de gruta, cueva. Perdón pero no encuentro mejor descripción) y el volumen de la orquesta en armónicos cuanto más graves mejor, es inversamente proporcional a favorecer la dicción, fraseo y articulación de los cantantes.
Al cantante hay que instruirle en las referencias positivas y saludables de la voz para que aprenda a cantar en espacios donde cuanta mayor mejor, parte de su voz se vaya hacia el público sin esperar retorno, porque todo lo que se queda cerca de uno, suele ser devorado por la orquesta. Así que habrá que aplicar de una vez, esas ideas no solo lógicas, sino que la medicina, la ciencia y la física del sonido, son ya capaces de explicarnos.
Cuando empecé a cantar, sentía que las acústicas de cada lugar cambiaban mi garganta, afectando para bien y casi siempre para mal, mi prestación vocal. Desde un tiempo para acá, gracias a mis maestros, me importa poco lo que me rodea porque siempre escucho mis referencias positivas y he entendido como favorecer a mi naturaleza técnicamente y quedándome quietecito en mi repertorio. Como decía uno de mis maestros David Mason, los malos cantantes se adaptan a la acústica, los buenos, llevan la suya propia consigo.
Gracias a los que hayan llegado hasta aquí. Feliz ignorancia para los que queráis mirar hacia otro lado y esperanza para los que os sintáis frustrados.
Todavía sucede, no es muy habitual, pero sucede que hay espacios, técnicos, directores y artistas, que hacen las cosas mucho más que bien. Incluso muchísimo mejor que yo que apenas empiezo y me queda mucho por demostrar.
Así que es posible y yo confío en que la buena praxis volverá a habitar en esos lugares "desenfocados".
2 Comments
Gracias por tu explicacion tecnica, porque soy poco amigo de los teatros en herradura…
Gracias a ti Ricard 🙂